“Mi Padre trabaja siempre y
yo también trabajo”
Jn.5,17
El trabajo desde los primeros tiempos de la Iglesia es presentado como una forma de colaboración del hombre con la obra de Dios.
Los padres del desierto decían que El trabajo es el medio de encontrar a Dios, es el sacrificio del hombre, es la liturgia del monje, es decir su misa, su ofertorio, y es por él como la vida monástica llega a ser angélica, porque hace del monje un liturgo que se ofrece enteramente en sacrificio.
Los monjes apreciaban el trabajo como medio conveniente para preservar al espíritu de las distracciones, como forma de ascesis, pero también como servicio a la sociedad y fuente de ingresos para practicar la caridad.
Como en Nazareth, vivimos en la sencillez, el trabajo y la alegría, bajo la sola mirada del Padre, “para alabanza de Su gloria.”
Como los pobres y para asumir el estilo de vida que nuestro Maestro, el carpintero de Nazareth, eligió para caminar entre nosotros, vivimos del trabajo de nuestras manos. Optamos preferentemente por las artesanías sagradas hechas de tal modo que sea para nuestros hermanos una manifestación de nuestro Padre Dios, despertando así la nostalgia por la belleza divina.
Las monjas trabajamos de manera silenciosa, para no perder la actitud orante, repitiendo el Nombre de Jesús. Es a través del trabajo que se muestra la providencia de nuestro Padre en nuestra fraternidad.
Realizamos artesanías sagradas en yeso, cuero, íconos, estuches de cuero, rosarios, licores, dulces, cultivo de cactus y crasas… entre otras cosas. También nos ocupamos de las tareas propias del Monasterio.
“Todo lo que de palabra o de obra realicen sea todo en nombre del Señor Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él”
Col3, 17
Custodias Eucarísticas
Artesanías Religiosas
y
Tejidos artesanales
realizados en el Monasterio para la venta
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Donaciones
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